Estoril es otro pueblo costero históricamente relacionado con el turismo de lujo. Aunque no tan bonito como Cascais, merece la pena hacer una parada para ver su emblemática Praia do Tamariz y el Chalet Barros, un castillo que se sitúa en esta misma playa y que es la clásica estampa de Estoril.
Además, si os gustan los casinos o simplemente tenéis curiosidad por visitar uno de los de verdad, en Estoril está el más grande de Europa, el Casino de Estoril. No os esperéis un edificio antiguo y con encanto. Se trata de una monstruosidad sin ningún tipo de valor arquitectónico por fuera. Pero la sorpresa viene al entrar (entrada gratuita para visitantes): una sala de dimensiones inimaginables en la que se suceden cientos y cientos de tragaperras y mesas de juego. Suele tener mucha actividad a cualquier hora del día. Está situado al final de los Jardines de Estoril. Para llegar desde el paseo marítimo, tendréis que atravesar el túnel que sale de enfrente de las Piscinas de Tamariz, y seguir toda la avenida al costado del parque hasta el final. No hace falta ir arreglado para que os dejen entrar, pero mejor ir sin niños y sin chancletas (es una visita totalmente prescindible).